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Los esclavos de Hitler.
JOAQUÍN GÁLVEZ/MIEMBRO DE L'AMICAL DE MAUTHAUSEN DE FRANCIA Y ESPAÑA. diariovasco.com - 25/01/2004


Así se califica a las personas que requisadas por las tropas de ocupación alemanas en los distintos países europeos durante la II Guerra Mundial fueron obligadas mediante deportación o captura a engrosar las industrias de guerra nazis ante la falta de mano de obra debida a la movilización general de cerca siete millones de ciudadanos germanos. Fueron empleados para trabajos en la construcción de pistas y carreteras militares, reconstrucción de líneas férreas, fortificaciones, desescombros en ciudades bombardeadas por la aviación aliada, trabajos auxiliares en la retaguardia en la logística para la insaciable voracidad de las gigantescas batallas sobre todo en el frente del Este. El agro también recibió de-portados, generalmente polacos y rumanos o ukranianos, para ayudar a los campesinos alemanes, recibiendo un trato más normalizado al convivir entre familia.

Fue una mano de obra no sólo barata, sino fácilmente reemplazada por nuevos contingentes sacados de los KZ (campos de concentración en la terminología alemana) que las SS suministraban a las grandes industrias germanas, ingresando en las arcas de las Kommantantur de los KZ lo que se conoce como el «Estado SS», un feudo nazi dentro del Tercer Reich. También engrosaron la máquina de guerra alemana miles de europeos que voluntariamente fueron a Alemania con contratos ventajosos, unos por ideales fascistas, a veces por el paro y miseria en los países ocupados. Nos referimos a ciudadanos españoles, holandeses, belgas, daneses o por nacionalistas ukranianos y de los países bálticos, creyendo que la Alemania aria les iba a devolver sus nacionalismos reprimidos.

Otro fue el envío a Alemania de los franceses del STO (Service Travail Obligatoire), que por decreto del régimen de Vichy obligaba a miles de mozos en edad militar, al no existir el Ejército francés en la zona ocupada, debido a las cláusulas impuestas en el armisticio de Julio de 1940, a cumplir un trabajo prestatario en Alemania. Se produjo una respuesta a esta requisa llamada «Malgré nous» («A pesar nuestro») que los historiadores franceses coinciden en que esta deportación nutrió las filas del incipiente maquis.

Todo este preámbulo sirve de explicación para las reclamaciones que los supervivientes, los llamados Esclavos de Hitler están litigando ante las industrias y bancos alemanes y austríacos por sus trabajos forzosos debido a las requisas, confiscaciones monetarias embargadas, incautadas principalmente a judíos con bienes y fortunas depositadas en los bancos del Tercer Reich y que ahora reclaman sus herederos ya que son escasos los supervivientes que aún quedan. Parece que hay una buena disposición para litigar este contencioso, sobre todo desde la llegada del gobierno del canciller Schröder para terminar con este bochornoso episodio de la Historia reciente, fruto de una rapiña.

Fuimos también miles de republicanos españoles que, refugiados en Francia tras la Retirada de Cataluña en Febrero de 1939, con la derrota de la República, los que nos vimos forzados a trabajar en el Muro del Atlántico, que desde Hendaya hasta Calais se proponían detener los desembarcos aliados. Para entonces ya hacíamos grandes trabajos como tala de árboles en los frondosos bosques de Normandía, picar piedras en canteras, alquitranar carreteras la Francia ocupada.

A medida que la guerra se prolongaba, la fortaleza alemana se iba reduciendo a la defensa de la Europa hitleriana y las grandes requisas de mano de obra fueron utilizadas para levantar en la costa atlántica las famosas fortificaciones. Así fuimos también requisados los rouges espagnols, toda una tarjeta de visita en aquellos tiempos en la que éramos conocidos los refugiados españoles. Los colaboracionistas de las Alcaldías nos entregaron a los gendarmes alemanes y conducidos a la costa de Bretaña. Yo pasé dos años trabajando en campos de aviación para la Luftwaffe en Gäel, cerca de Plöermel, y campo de Plertuit, en Dinard, frente a Saint Malo. Trabajos extenuantes de pico y pala, vagonetas, haciendo pistas de aterrizaje de hormigón, subterráneos para municionamientos, llenos de barro pegajoso con temperaturas glaciales de hasta 20º bajo cero, mal vestidos y peor alimentados, que sólo nuestra juventud, yo entre 18-19 años y el innato humor nos hacía exclamar al tumbarnos agotados en el camastro de paja de los barracones: «Si no nos morimos este invierno, ya no nos morimos nunca...».

De todos estos recuerdos, más que la dureza del trabajo, la inclemencia del clima, el hambre siempre presente, el «mangoneo» de la cantina por parte del hampa parisina, era el trato y las humillaciones por aquellos capataces de la TODT, y los soldados de la Luftwaffe que nos custodiaban, muchachos jóvenes casi de nuestra edad, muy fanatizados y sus insultos «rotspaniers» y «bolcheviken». Toda la jornada era un «¿arbeit, arbeit!» («trabajar, trabajar») y «¿los, los.!» («deprisa, deprisa»). Como ya no nos quedaba más que el amor propio y la dignidad respondíamos: «Nein, Republicanischen Spanien» . Nos trataban como lo que en realidad éramos en aquellos años, mano de obra esclava para los Herrenvolk (pueblos de señores) a la vez que veíamos muy de cerca los siniestros aviones con los que habíamos sido bombardeados por toda la España republicana.

Aviadores de la Legión Condor se interesaron por nosotros, llevando en la bocamanga del uniforme una cinta con los colores de la bandera bicolor española y la inscripción «Spanien 1936-1939». ¿Cómo estábamos allí?, ¿voluntarios?, ¿dónde las familias?. Cómo contestar que mi padre, hecho prisionero por el Ejército alemán en la rápida Batalla de Francia en el verano de 1940, fue internado en un stalag como prisionero de guerra, para posteriormente ser deportado como N.N. «nach und nebel» («noche y niebla») y con esta etiqueta llegó al campo de concentración de Mauthausen, donde murió el 9 de abril de 1941 con la matrícula nº 10463, en tres meses, de resultas tras la Conferencia en Hendaya entre Hitler y Franco en octubre de 1940, donde se decidió la exterminación de los rojos españoles, pero entonces no lo sabía.

Dicen de nosotros que somos los últimos testigos, testigos molestos, porque todavía tenemos memoria. De todo corazón me uno a las demandas que los obreros forzosos reclaman por los años de esclavitud. Por razones de edad quedamos ya pocos y sólo hemos tenido explotación en el trabajo, privación de libertad y persecución política. ¿Que conste en acta!.