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La izquierda
Enrique Lister - 21/09/2003


Desde la desaparición en Europa del bloque de países socialistas, en las mismas filas de la izquierda se plantea si el mantener la referencia al marxismo-leninismo, o simplemente al marxismo, encaja en los cánones de lo políticamente correcto. Obviamente, la derecha lo tiene absolutamente claro.

El socialismo científico dicen es idea trasnochada, decimonónica, que, además, ha fracasado allí donde se ha impuesto.

Por su parte, los partidos socialdemócratas han borrado de sus programas toda referencia al marxismo y, con todos los matices que se quiera, caminan por la tercera vía de Blair, senda que indefectiblemente conduce hacia la derecha conservadora.

No parece razonable que ante una posible reestructuración de la izquierda mundial se arrincone al marxismo. O al menos se deje de lado a quienes se reclaman del discurso marxista.

La revolución soviética fue una gran victoria de la clase trabajadora. Hace algunas semanas paseábamos en San Petesburgo, distrito de Leningrado, ya que ambos nombres se conservan oficialmente. Veíamos el río Neva, punto desde el que el Aurora disparó contra el Palacio de Invierno. El cañonazo fue sin carga explosiva, pero el mero estampido bastó para que la guardia zarista entregase las armas. Banderas rojas y la 'Internacional' cantada en cien idiomas. Fueron diez días que en 1917 conmovieron y cambiaron el mundo.

Nos decía un ruso veterano de la II Guerra Mundial o Gran Guerra Patria: «Los pueblos europeos se beneficiaron de la revolución soviética más que nosotros, los rusos».

Efectivamente, de ese hecho surgieron en la Europa capitalista los planes de pensiones, la asistencia médica gratuita, las vacaciones pagadas. Aquello trajo el New Deal de Roosevelt en USA, el Welfarestate de lord Beveridge en el Reino Unido y sus equivalentes en el resto de Europa occidental. El capitalismo soltó lastre, aflojó la mano y toleró la existencia de gobiernos socialdemócratas como gestores de una nueva situación. El pánico al fantasma que recorría el mundo les hizo transigir, ceder, reformar.

Hoy, la propia figura de la política y el político está interesadamente desprestigiada. «Es el fin de las ideologías. Ya no hay derechas ni izquierdas», proclaman quienes, evidentemente, no son de izquierda. En expresión marxista, derecha e izquierda corresponderían a los dos grandes bloques, capitalismo versus proletariado o, igualmente, imperialismo versus democracia popular.

No se puede negar que la izquierda atraviesa una crisis ideológica y que ahora es «izquierda divagante». Pero no es menos cierto que los ideales de aquella revolución socialista no pueden echarse al basurero de la historia.

No puede obviarse que el socialismo utópico o la izquierda indefinida, desde los estoicos griegos, Platón y sectores del cristianismo primitivo, tuvo su verdadera plasmación cuando se hizo político, cuando se convirtió en Estado y se transformó en expresión estatal a escala continental.

Es cierto que la exégesis del marxismo no puede ser la misma en el siglo XXI que en el siglo XIX. Hoy aparecen factores inexistentes en tiempos de Marx o de Lenin. El ecologismo es uno de ellos. La redefinición de la izquierda debe surgir de un amplio y convergente movimiento que agrupe a neomarxistas, ecologistas, anarquistas, grupos antiglobalización y antiimperialistas.

Sus objetivos podrían expresarse fundamentalmente en la lucha por el cambio del actual sistema político y social. En el ecologismo, la antiglobalización, el desarme, la lucha por la paz, la oposición frontal a la América imperial dueña del planeta y sus recursos, la defensa del derecho de autodeterminación de los pueblos reconocido tanto por Vladimir Ulianov como por Francisco Largo Caballero, la defensa de las minorías y de sus señas de identidad, idiomáticas y otras. Y por la de los valores de la sociedad civil, es decir, los postulados del laicismo, de la Razón Ilustrada frente a la opresión de las conciencias por el mito y el absurdo, en defensa de los valores republicanos, en definitiva.