Letras bastardillas. El último libro de Andrés Vázquez de Sola
Jesús Prieto - Cádiz Rebelde - Enero 2004
Normalmente, en Cádiz Rebelde incluimos las recomendaciones de libros en la sección de Cultura. Hoy, sin embargo, por su actualidad e interés político, me salto la norma para aconsejarles con vehemencia desde esta Palestra la compra, lectura y consiguiente disfrute de Letras bastardillas, la última obra publicada del periodista y dibujante, irreverente, rebelde y comunista -el orden de factores para nada altera su valor humano- Andrés Vázquez de Sola, el gran maestro de los grandes maestros de la historieta crítica y el mayor provocador consciente que conozco.
Para no caer en ditirambos, y como lo que yo diga de Vázquez de Sola puede no ser objetivo dada la antigua, profunda e inquebrantable amistad que nos une, me voy a remitir a los hechos probados de su biografía.
Activo antifranquista, sufrió prisión en el penal de Ceuta y un más que prolongado exilio en Francia. Allí trabajó en los periódicos Le Monde y L'Humanité, y, durante veinte años, en la prestigiosa revista Le Canard Enchaîné, llegando a ser homenajeado en el Palacio de la UNESCO de París. Su clandestino disco Dies Irae -'dies irae, dies ira, el caudillo no respira', rezaba el comienzo de la canción- fue récord de ventas en plena dictadura. Creó la revista Satirix y, de regreso a España tras la promulgación de la sacrosanta Constitución -las letras bastardillas a las que se refiere en este libro que les recomiendo con encarecimiento-, publicó sus dibujos en Triunfo, Diario 16, El Mundo, El Independiente, Interviú y Mundo Obrero, además de dirigir durante quince sabrosos días El Cocodrilo. Fundó en su San Roque natal el Centro Internacional de Estudios sobre el Humor y la Sátira, que resultaría abortado por los cabecillas del PSOE de esa localidad gaditana en el que fue el primer castigo de los 'constitucionalistas' a su coherencia, honestidad e insumisión. Luego, tras ser procesado judicialmente por la publicación de dos antológicas viñetas en contra de la OTAN, vino la definitiva condena al ostracismo. Vázquez de Sola contra las instituciones. Las instituciones contra Vázquez de Sola. Antes muerto que comiendo pienso en los pesebres. Así es Andrés.
Los humoristas gráficos más relevantes del mundo lo distinguieron como el mejor entre todos ellos y le concedieron en Turquía el premio Nasreddin Hoça, el más importante que puede recibir un dibujante. Además, ha sido galardonado con la Palma de Oro del Festival Internacional de Bordighera, en Italia. Antonio Fraguas Forges reconoce en público ser su discípulo, lo que le honra; José María Pérez Peridis, Francisco Martín Morales Martinmorales, y muchos otros, lo hacen también, aunque únicamente en la impunidad de lo privado. Hace quince años, otro Vázquez -el difunto Montalbán- escribió a propósito de las dificultades con las que se topó Andrés para encontrar una sala en la que presentar su Me Cago en el Quinto Centenario -un clásico del humor político-: 'Son posibilistas los que han considerado que había que meter en la cárcel a Vázquez de Sola seis años y un día por hacer dibujos no posibilistas y siguen siendo posibilistas los que le cierran las salas públicas para que no siga proponiendo imposibilidades y lo son también los que tejen la conspiración del silencio en torno de esos ya varios ciudadanos amenazados con seis años y un día de cárcel por mirar o recordar como no se puede mirar o recordar.' Y Fernando Arrabal: 'El gobierno fascista español ha dado a Vázquez de Sola las dos únicas distinciones que puedan otorgársele a un artista sin humillarle: la censura y la prisión.' Estas palabras, escritas por el genial dramaturgo antes de su patética conversión mariana, permanecen vigentes a través del tiempo y de la Constitución contra la que hoy Andrés Vázquez de Sola se rebela.
Letras bastardillas, editado por la Fundación de Investigaciones Marxistas, es una propuesta de combate intelectual. Lo pueden adquirir en los mejores quioscos de prensa y en algunas librerías al muy asequible precio de seis euros. Merece la pena.
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