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Mi amigo anarquista, Julio Puente
José Antonio - Enero 2004




Aunque nacimos en el mismo pueblo, Barruelo de Santullán, provincia de Palencia, y ser tío de varios primos míos, sin que nada me toque, le conocí hace un par de años, cuando di a conocer en aquella comarca mi libro autobiográfico NOCHES SIN AMANECER, y fue él quien me buscó y encontró. Hablamos durante horas, y las cuatro o cinco veces que he visitado después la tierra, he ido a visitarle. Pero ya no es el mismo, ya no tiene la misma fuerza, se apaga.
 
Sobre sus andanzas me contó que, había sido miliciano en el frente del Terena, situado el la cima de la montaña desde donde divisaba su pueblo y el mío, y a lo lejos Aguilar de Campoó, ambos en poder de los sublevados a causa de haber sido traicionados por la Guardia Civil, tal como hizo Aranda en Asturias, que declarándose leales, llamaron a las fuerzas sublevadas, a las que se unieron. Este lugar y los adyacentes, son los que Azaña denomina en su Diario de Guerra como La Bolsa de Reinosa, distante unos 20 kilómetros de dicha localidad. Supongo que Azaña lo denominó así porque en la ofensiva que acabó con la caída de Santander, mi amigo y compañeros fueron atacados por dos frentes, uno de ellos situado en la misma montaña, un poco más hacia el norte, y el otro por la zona de Bercedo, donde combatió mi padre. Y lo de combatir es un decir, pues aquellos pobres milicianos, llenos de hijos refugiados a pocos kilómetros de donde ellos estaban; a los que visitaban de cuando en cuando para llevarles rebojos de pan, tal cual hacía mi padre,  estaban ayunos de todo, ni uniformes tenían. Esto lo sé muy bien porque tengo un hermano que estuvo junto a mi padre en Berceo, y todavía vive. Todo lo narro en mi libro, y se me llenan los ojos de lágrimas al recordarlo.
 
Para aquellos milicianos paisanos míos que, los que salieron vivos de aquello tan caro pagaron ser pobres y dignos, he compuesto esta sentida poesía:
 
Paisanuco barruelano:
¿Qué haces en esta guerra
con tu chaqueta de pana,
días de frío y trinchera y
noches de velar las penas?
 
Paisanuco barruelano:
¿Quién te ha dicho?:
¡es... tu guerra!
Sólo tú eres sincero,
lo demás... ¡quién lo supiera!
 
Paisanuco barruelano,
escucha a tu alrededor:
Revolución... lo primero.
Independencia... yo quiero.
¿el Estado?... derribarlo.
 
¡VAYA... TORRE DE BABEL!
 
Frente a ti, al otro lado;
a compañeros que fueron:
les hablan de... letanías,
de amaneceres... oscuros,
de justicias... ya perdidas.
 
¡TODO... AMBICÍON DE PODER!
 
¿Es esto lo que tú quieres?;
¿lo que quieres defender?
¡Te han metido en una guerra,
que la gane quien la gane,
tú, al pozo has de volver!
 
Mi amigo Puente recaló en Francia, si bien, no puedo asegurar si llegó tras la caída de Asturias, o de Cataluña, me aseguraré cuando le vea. Sé que, algunos de mis paisanos sí fueron trasladados a Cataluña, y un buen amigo de mi padre, al que se conocía como El Corocho, algo más instruido que el común, murió con el grado de comandante en aquella ratonera vilmente preparada por Stalin llamada Batalla del Ebro, que determinó el final de la guerra porque el pacto germano soviético estaba al caer. Nuestra guerra no está suficientemente estudiada, y cuando acabe lo que tengo entre manos, es posible ponga manos a la obra buscando respuestas a estas interrogantes: ¿Cuando cayó la primera gota en el caldero que se desparramó el 18 de julio de 1936? ¿Quienes, durante el período republicano atizaron las intolerancias que terminaron por encender la Guerra?  ¿Porqué? ¿Quienes ganaron y quienes perdieron la Guerra? ¿De qué medios se valieron los ganadores? Anticipo que mi opinión actual es que la Guerra la ganaron Franco y Stalin, aclarando que fueron los que salieron gananciosos.
 
Me contaba mi amigo que, En Francia, durante mucho tiempo estuvieron deambulando de un sitio para otro, y un lugar que no recuerdo se entrevistó con el general Rojo, para pedirle consejo y guía, hasta que recalaron en un pueblecito entre bosques, donde nadie les quería ni ayudaba, y hasta ratas comieron, y todo venía por considerarles ateos, y tener el cura prohibido trato con ellos. Hasta que alguien urdió una estrategia, y se presentaron en misa, y todo cambió tras larga conversación con el cura.
 
Durante su exilio, y por aquello de los convenios entre el estado francés y español, hizo un par de visitas a la tierra, con número de días estipulados, presentándose cada día en el cuartel de la Guardia Civil, fiel cumplidora de las normas, y no en el ayuntamiento, donde mangoneaban quienes tenían ganas de echarle el guante y zurrarle. Hasta en eso fue un valiente.
 
Hoy la pensión le viene de Francia, y la verdad, no sé si en mi próxima visita le podré dar un abrazo o, le llevaré una rosa mojada en lágrimas a su tumba, tal como me sucedió hace unos meses con un primo carnal comunista, al que quise mucho, y que también hizo la guerra con mi querido padre..
 No he dicho que mi pueblo era minero, lo fue mi abuelo materno, mis tíos, primos y hermanos, y yo lo fui hasta el año 1956, que dejé de serlo no por el duro trabajo, y sí por las vejaciones a las que estábamos sometidos por aquellos miserables que se creían estrellas de un firmamento, cuando solo fueron lamparillas de una noche.