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Libro: Mujeres encarceladas en la prisión de Ventas: de la República al franquismo, 1931-1941. Fernando HERNÁNDEZ HOLGADO.
Reseña por Ricard Camil Torres Fabra. - Febrero 2004


Fernando HERNÁNDEZ HOLGADO. Mujeres encarceladas en la prisión de Ventas: de la República al franquismo, 1931-1941. Marcial Pons. Madrid, 2.003. 15 ilustraciones fotográficas. 369 pp.

En estos tiempos que corren, cuando la más aborrecible vulgaridad intelectual y cotidiana campean a sus anchas y con una tendencia inadmisible a la más burda manipulación histórica, siempre es de agradecer que a nuestras manos llegue un libro como el que nos ocupa. Los métodos de castigo social, aquellos empleados para ejercer la venganza legalizada estructurada como una respuesta colectiva sobre personas concretas o colectivos; en suma los sistemas de represión estatal, son los que mejor reflejan la realidad social y su estructura correspondiente a partir de la ecuación crimen-castigo, teniendo en cuenta que el primer factor es el impuesto a priori por el poder establecido, para evaluar la sociedad objeto de estudio.

Mujeres encarceladas ... está estructurado en este sentido. El enfoque radica en un análisis del devenir de la cárcel para mujeres de Ventas en un período que comprende desde su gestación, 1931, hasta las grandes transformaciones de 1941. Un lapso de tiempo escueto temporalmente hablando pero intenso por cuanto abarca la plasmación de los nuevos ideales republicanos, la gran culvutte de la guerra civil y la terrible represión franquista. Además, todo ello centrado en las protagonistas/víctimas de los diversos sistemas: las mujeres. El resultado, pues, no puede ser más afortunado ya que la lectura nos ofrece una especie de fuerza centrífuga que nos traslada de una realidad -la cárcel- a otra según se mire no menos desafortunada si nos referimos a la etapa franquista.

Especialista en Historia Contemporánea, Fernando Hernández Holgado, es un militante de la conciencia social y ha buscado en la Historia respuestas a sus preocupaciones. No en balde su experiencia vital como insumiso y antimilitarista declarado y activo, demuestra su especial sensibilidad para abordar temas tan contundentes como los plasmados en sus obras más destacadas: Historia de la OTAN. De la guerra fría al intervencionismo humanitario (Los Libros de la Catarata, 2.000) o Soledad Real (Ediciones del Orto, 2.001), a los que se suma este interesante Mujeres... Nos encontramos ante un escudriñador de lo general que no duda, valientemente, en acudir a lo cotidiano, a lo inmediato, a la vivencia. El resultado: una lectura refrescante que no descuida la denuncia y la militancia histórica ejercida desde el compromiso honesto con el pasado, con la recuperación de la memoria negada, olvidada y clausurada.

Los estudios sobre el mundo carcelario no son una novedad, naturalmente, aunque al hablar de mujeres, el espectro se reduce de forma alarmante. Es cierto que disponemos de un excelente antecedente como el referido a la cárcel para mujeres de Málaga. Pero hemos de esperar a la celebración del Congreso sobre el mundo penitenciario franquista organizado por el Museu d'Història de Catalunya, en 2.002, para asistir al despegue de la curiosidad de los investigadores por el fenómeno represivo carcelario. Mujeres... está estructurado en cinco capítulos englobados en dos grandes bloques: República y guerra civil y franquismo. Tres capítulos abarcan el último caso, y sus títulos no pueden ser más acertados y descriptivos a la vez: El infierno (capítulo III), La venganza (capítulo IV) y Terror y supervivencia (capítulo V). Ventas nace bajo los auspicios reformadores de la II República para ser clausurada en 1969, cuando se había transformado en hospital penitenciario de mujeres y centro penitenciario maternal y de puericultura. Auspiciada por Victoria Kent al frente de la Dirección General de Prisiones, entre abril de 1931 y junio de 1932, el proyecto carcelario de Ventas supuso la plasmación de la concepción penitenciaria republicana basada en un humanismo racional que, empleando el eje redención-recuperación desde un punto exclusivamente científico y humano, pretendía reformar y no castigar a los/as interno/as. Cuestiones como la supresión de la obligatoriedad de asistencia a los actos religiosos por parte de los reclusos, o la disolución del Personal de Capellanes como facultativos del Cuerpo de Prisiones, hablan por sí mismas de la preocupación por el individuo y no de la marginación represiva de almas perdidas casi imposibles de recuperar a la mayor gloria de Dios. Otros elementos, como los de nutrir las prisiones con personal técnico cualificado, el traslado de presos en tren en lugar de a pie, o la instalación en los centros de buzones de reclamaciones, por ejemplo, resaltan el nuevo concepto penitenciario.

Lo anterior no pretende mostrar un inexistente paraíso idílico, sino simplemente resaltar las grandes esperanzas que en el ser humano depositó el Bienio Progresista frente a la tradicional fórmula de castigo y represión. Precisamente, el Bienio Negro al que algunos tratan de barnizar -De la Cierva, Tusell, Moa, etc- fue el que cercenó la primigenia obra de Kent, no sin la complicidad del aparato carcelario anterior a sus reformas e incluso voces que, desde el propio PSOE, se habían alzado para solicitar mayor dureza en las prisiones (pp. 73-75). Ventas no sería ajena a los avatares de la guerra, convirtiéndose en prisión masculina y conociendo un marcado retroceso cualitativo, derivado del hacinamiento provocado por el desalojo de la cárcel Modelo al quedar ésta cercana al frente de combate. Las propias contradicciones de la guerra marcaron su destino plasmado en la ambivalencia que significaron las sacas alternadas con puestas en libertad, generalmente tan arbitrarias las unas como las otras, hasta que a finales de marzo de 1937, Ventas recuperó su normalidad al vaciarse de varones. Normalidad que se vería nuevamente truncada a finales de marzo de 1939, al quedar prácticamente vacía.

La entrega de la villa a los sublevados se tradujo en un hacinamiento monstruoso por lo que se refiere a los lugares de reclusión. Ventas, concebida para albergar un máximo de 500 reclusas se vio desbordada por más de 3.500 ingresos, casi todos políticos, y eso que el franquismo siempre negó su existencia puesto que a los vencidos jamás se les aplicó ni los beneficios militares ni políticos, aunque siempre fueron distinguidos de los delincuentes comunes según la legislación franquista. Las mujeres recluidas en Ventas, prostitutas según la terminología de los vencedores, sufrirían en sus carnes la dureza de la represión del régimen. Desde las ejecuciones sumarias a las vejaciones más inhumanas pasando por las más terribles torturas, pues las mujeres sufrieron el triple estigma de su condición sexual, militante y opositora. Este aspecto delata directamente el alcance de la represión franquista: presas sin cargos, otras con acusaciones marcianas y otras por el mero hecho de ser parientes de militantes antifascistas. Si éstas eran las causas de ingreso no debe extrañar el trato y las condiciones higiénicas sufridas: 84 fusiladas documentadas, incluso algunas de ellas embarazadas -el autor asegura con razón que la cifra queda corta- y menores de 21 años -siete de las Trece Rosas-, 81 muertes por enfermedad, un suicidio (p. 226), ausencia de agua potable, partos sin asistencia médica, hasta 13 reclusas compartiendo celdas diseñadas para dos, mujeres abarrotando escaleras, pasillos, duchas; menores de edad mezcladas con ancianas, ratas por doquier, etc.

Pero el secretismo del régimen hace que las cifras no puedan ser constatadas. El autor calcula que Ventas llegó a albergar 13.000 presas para disminuir después a 7.000 (pp. 134-139) por lo que la cárcel llegó a conocerse como el almacén de mujeres. Todo ello repercutía incluso en la alimentación, ya que la cocina debía funcionar a turnos y por supuesto la dieta resultaba terriblemente pobre y escasa tanto en contenido como en calidad. Se trataba de lo que el autor denomina acertadamente Infierno organizado pues el mero hecho de llevar a los niños a la enfermería era sinónimo de condena a muerte (p. 224) ante la negligencia de médicos y monjas. Un panorama que se completaba con todo tipo de enfermedades epidémicas que diezmaba tanto a las reclusas como a sus hijos. Unos hijos que en numerosas ocasiones engrosaron el fenómeno de unas adopciones impuestas, mientras que por otro lado, buena parte del personal carcelario pasó con éxito el filtro de las depuraciones y continuó ejerciendo su cargo. Frente esta situación, las reclusas llevaron a cabo un ejemplar entramado de resistencia y solidaridad clandestina -autodenominado la familia-, generalmente conectado con el exterior.

Nos encontramos, pues, ante un libro militante que, sin obviar el rigor científico, denuncia un elemento concreto de la represión franquista; cuestión que resalta que el estudio del fenómeno no por abordado haya dejado de ser fecundo. Al contrario. Además, este estudio nos da la impresión de haber sido realizado desde la cárcel puesto que el autor no sólo realiza una defensa enconada de la fuente oral, si no que le otorga ese carácter testimonial como instrumento de denuncia frente al silencio interesado que los avatares políticos de nuestra reciente pretenden convertir en olvido. Olvido interesado para aquellas mujeres que adquirieron el triple estigma de roja, su condición femenina y presa.

La paupérrima situación de las fuentes documentales tradicionales, a lo que se debe añadir las dificultades a su acceso cuando no la más flagrante ocultación (p. 33 y ss.), explica la decisiva importancia que el recurso a las fuentes orales ha jugado en la confección de este magnífico trabajo y que el autor tan acertadamente ha sabido manejar aportando una contundente y potable documentación, tan bien cribada como evaluada. Mujeres… se convierte así en una herramienta indispensable para el estudio de lo que el autor califica como cultura femenina del hecho penitenciario (p. 37) y un referente ineludible para ir llenando ese gigantesco vacío que continua siendo el tema de la represión franquista. Tanto es así, que apenas salir a la luz, la editorial se plantea una segunda edición. En este caso, felicitar a Fernando Hernández, pero también a todos los interesados en este fenómeno de recuperación de la memoria histórica que no nos resignamos a aceptar la ignominia de ser relegados a la aceptación de unos corsés tan asfixiantes.

Ricard Camil Torres Fabra.