EL PAÍS | Opinión -
Laura Iribas - Las Rozas, Madrid - 28-11-2003
Carretera de A Coruña, kilómetro 3, exterior, noche. Madrugada del 19 al 20 de noviembre. Voy en mi coche a 120 cuando de pronto el tráfico (habitualmente escaso a esas horas) se colapsa. Veo a lo lejos luces de la policía. 'Alguien se la ha dado', pienso. A frenazos y embestidas, mal que bien, avanzamos. Un coche de la Guardia Civil está cortando los dos carriles de la derecha, con lo que todos los coches (que a estas alturas ya somos legión) nos resignamos a la fila india por el carril de la izquierda y pensamos que la torta debe ser monumental para merecer semejante despliegue policial. A lo lejos se ven más lucecitas azules.
Tras 10 minutos de retención, ahí está el culpable de nuestros males: unas 17 personas equipadas a la perfección para hacer de extras en una película de Cifesa, cirios incluidos. 'Ah', me digo yo, 'mañana es 20 de noviembre y van a rendir su homenaje a pie'. Y con la tolerancia ante todo, respetando sus motivos mientras les dejaba atrás con sus himnos, me iba yo devanando los sesos para intentar imaginarme quién autoriza a estas 17 personas a cortar la N-VI, le brinda un servicio de protección policial y encima, seguro, tiene vela en el entierro.
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