Las polillas de Franco. E. CERDÁN TATO
EL PAÍS | C. Valenciana - 03-12-2003
Los conservadores, los no tan discretos copiones de la represión, la derechona que desova su nauseabunda y patriotera conciencia, en algunos artículos de la Constitución, se han alejado por piernas del minimalista acto de reconocimiento a cuantos lucharon y defendieron las libertades, los derechos y la soberanía del pueblo, que se recoge en la ley fundamental, y hasta la reconciliación. No sabiendo muy bien cómo ocultar sus vergüenzas, tiraron de mísero ingenio y calificaron de 'revival de naftalina' lo que muchos hubieran deseado y aún desean 'revival del fascio': son de la misma camada vitanda, y comparten temor y odio, por todo cuanto exprese igualdad, solidaridad y diversidad. Pero, ¿cómo sepultar también la memoria en una cuneta?, ¿cómo, la juventud, entre rejas?, ¿cómo, la democracia real, en el paripé que se gastan?, ¿cómo, la tortura y los campos de concentración y casi cuarenta años de historia de persecuciones, de tribunales especiales, de fusilamientos arbitrarios y de detenciones en la madrugada, en un olvido cobarde y cómplice? ¿Acaso disponen una canonización laica para ese copioso martirologio de cuantos defendieron dignamente los pueblos y las tierras, de la ignominia y la crueldad del fascismo aborigen y del fascismo mercenario, que lo amparó y lo instruyó? Es un capítulo tan reciente como cruento, y conviene ventilarlo, exponerlo a la luz pública y cantarle las cuarenta a quienes no tuvieron escrúpulos en arrasar la legalidad republicana, y a sus deudos, que se obstinan en arrancar las páginas de un almanaque de verdugos y vilezas indelebles. Más les valiera afrontarlas y condenarlas aun haciendo de emblemas, tripas, para abominar de la semilla del dictador. La memoria es implacable y no vale una huida de octosílabos, sólo capaz de evidenciar su enmascarado linaje. Sin duda, en 25 años de Constitución y en 28 de parlamentarismo postfranquista, nadie antes ocupó con tanta propiedad el Congreso, ni nadie representó la libertad y la democracia con la grandeza de quienes se las pelearon, echándole la vida por delante.
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