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Monumento a los caídos (Iruña)
Víctor Moreno - Gara - 4 de enero del 2004


En Iruña existe un monumento a los caídos, dedicado a «aquellos combatientes del bando sublevado caídos a lo largo de la Guerra Civil de 1936-1939». A quienes fueron asesinados en el otro bando por defender un régimen democrático y constitucional, ni siquiera se les ha dedicado una chapa de hojalata conmemorativa. El citado monumento está ubicado en la plaza Conde de Rodezno, otro nombre que, junto con los de Mola y Raimundo García, alias Garcilaso, director entonces del 'Diario de Navarra', prepararon y organizaron el golpe militar en contra del gobierno legítimo de la II República. Si a todo ello añadimos que en la cripta de dicho edificio reposan los restos de los generales Mola Vidal y Sanjurjo Sacanell, está dicho todo. Todo quiere decir que, probablemente, no existirá en la ciudad de Iruña un monumento que transpire tanta mierda franquista como esta especie de panteón romano edificado entre 1942 y 1950, y debido a los arquitectos Yárnoz, Eusa y Alzugaray. Es, precisamente, este monumento, que vigila e inunda de opresión histórica el corazón de la ciudad, al que IU intenta cambiar de nombre, porque, según dice y con razón, representa un recuerdo humillante para quienes, desde la otra orilla, sufrieron una de las más crueles y sangrientas depuraciones físicas que se ha dado en esta tierra a lo largo de toda su historia. Proponen los de IU que se le llame Monumento a la Reconciliación o a la Concordia. Por su parte, el Gobierno está feliz, porque, mientras la izquierda se dedique a hacer estas propuestas tan revolucionarias, seguirá en el poder sempiternamente. Aun así, el gobierno municipal de UPN sugiere, como contraoferta, los nombres de Leonor de Trastámara, mujer de Carlos III, los de Víctor Eusa, Orduna y el del pintor Basiano.

El hecho de que UPN presente el nombre de Eusa revela toda la mala baba que acompaña a este partido en política de desintegración social. Para los desmemoriados, recordemos que Víctor Eusa formó parte de la Junta Carlista de Navarra encargada durante la Guerra Civil de llevar adelante la depuración sistemática y lúcida de las izquierdas y de los nacionalistas. En agosto de 1936, en el golpista 'Diario de Navarra', esta Junta proclamaba: «Padres y alcaldes navarros: cooperad en la obra depuradora que hemos emprendido, enviándonos cuantos informes confidenciales se os pidan». Poner, por tanto, el nombre de Eusa a dicho monumento sería todavía mucho más insultante que mantener el actual.

En cualquier caso, desengáñense unos y otros. Propongan los cambios de nombre que quieran, pero no nos tomen el pelo. El problema del edificio no es su nombre, sino su historia, su memoria, el tufo franquista que rezuma todo su inmueble. Además, arquitectónicamente es un bodrio que no reúne condiciones más que para convertirse en otra sustancia que no sea su propia ruina.

En cuanto al nombre propuesto por IU, el de Reconciliación o de la Concordia, en el mejor de los casos suena a ingenuidad o a bisoñez política. ¿Imaginan, por un momento, que los campos de concentración alemanes se transformaran en lugares idílicos para que víctimas y verdugos se dedicaran ricamente a reconciliarse entre sí? Además, ¿reconciliación entre quiénes? ¿Acaso entre un gobierno de UPN que ni siquiera ha condenado el franquismo en ningún momento y los familiares de las víctimas del bando al que durante casi setenta años los descendientes ideológicos del franquismo han estado humillando vilmente?

Dejémonos de pamplinas y Pamplonas piadosas. La solución a esta vergüenza de edificio no vendrá por la semántica, sino por las excavadoras. La única salida digna sería destruirlo y llevar toda su escoria, incluidos los fiambres de Mola y Sanjurjo, al Valle de los Caídos. Y si los políticos están por una reconciliación histórica verdadera, lo tienen facilísimo: construyan otro edificio y destínenlo a denunciar lo que fue el franquismo, como han hecho en Alemania con el nazismo.

Incluso tienen salidas menos ideológicas y más funcionales: desde hacer un maravilloso y hermoso parque hasta levantar otro inmueble como dotación pública de la Biblioteca General y así detener el deterioro de la de San Francisco y, de paso, regenerar la zona de Conde Rodezno repoblándola con estudiantes de todo pelaje y camisón. Y, bueno, si todas las propuestas anteriores no gustan, hasta pueden construir ahí el dichoso Museo de Arte Contemporáneo en lugar de destrozar la Ciudadela.

Todo, menos cambiar de nombre y dejar intacto el edificio. Porque lo franquista, aunque se cambie de nombre, siempre seguirá siéndolo. O dicho más poéticamente: una mierda seguirá oliendo a mierda, aunque se llame melancolía o concordia.