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Una visita a Suicide Hill
José Mª Pedreño - 18 de agosto de 2003


Esta tarde salí con unos amigos: Emilio (Presidente de la Asociación Haydée Santamaría), Carlos (webmaster de nuestra página web) y Javi (primo de Carlos). Pretendíamos visitar la exposición sobre las Brigadas Internacionales que se está mostrando estos días en el Circulo de Bellas Artes de Madrid. Tenemos pocas ocasiones de vernos con Carlos, ya que éste vive en Cataluña, así que estábamos ilusionados con visitarla los cuatro juntos. Nos encontramos con que los lunes la exposición está cerrada y acabamos tomando un café mientras charlábamos sobre nuevos proyectos y desafíos. Decidimos volver a casa quedándonos con las ganas de haber disfrutado de una nueva visita colectiva al pasado. En el transcurso de la conversación recibí una llamada informándome que habían conseguido localizar una fosa en Olmedillo (Burgos) bajo un vertedero.

Una vez solo, me dirigí a casa en el coche pero... antes de llegar, no giré en la esquina de la calle en que vivo, sino que continué en línea recta para salir a la M45 y coger la desviación a San Martín de la Vega. Antes de llegar a esa población, en una rotonda, se gira a la izquierda en dirección a Morata de Tajuña. La carretera es bastante recta y sube, en pendiente, por las alturas que dominan el valle del Jarama. Una vez llegamos a la cima, saliendo de la carretera, nos encontramos, a la derecha, un bosque de olivos cruzado por un polvoriento camino (Sunken Road). Entramos en él y lo seguimos hasta llegar al final del bosque de olivos, donde se puede dejar el coche en una pequeña explanada. Me bajé y me dirigí a un pequeño montículo de piedras amontonadas, situado justamente donde empieza a descender la pendiente. Sobre ella se encuentra un cartel, en el que puede leerse, junto a una bandera tricolor pintada en la madera: a Kit Conway y otros 200 brigadistas internacionales del Batallón Británico que cayeron en este lugar defendiendo la Libertad. Sobre las piedras, los restos resecos de un par de ramos de flores, algunas vainas vacías de munición de fusil y restos oxidados de metralla que alguien ha encontrado y depositado allí. Uno no puede evitar la tentación de realizar el saludo del Ejército Popular llevándose el puño derecho a la sien. Me encontraba en Suicide Hill.

Dirigí la mirada hacia el valle. El sol empezaba a ponerse cegándome los ojos, así que decidí cambiar de posición. Encaminé mis pasos hacía la derecha a través de un camino que bordea la colina. Todo está lleno de basura. Restos de latas de refrescos, harapos, botellas y toda clase de residuos, se mezclan con cartuchos de escopeta vacios(la zona es un coto de caza). Sentí rabia al comprobar como el lugar que tantos valientes luchadores habían regado con su sangre había sido transformado en un vertedero. Parece extraño que un comunista pueda llegar a considerar un lugar como sagrado, pero éste lo es. En ese momento me vino a la cabeza la fosa de Olmedillo, también oculta por la basura. Esto representaba el mayor escarnio. No solamente intentaron hacernos olvidar la historia de los nuestros, sino que depositaron basura sobre ella y bajo la basura quieren mantenerla porque, si la apartamos, podemos llegar a reencontrarnos con nosotros mismos y lo que fuimos. Es la misma basura que echan en sus escritos los intelectuales neofascistas -recordándonos Paracuellos y las checas- para ocultar bajo ella las verdaderas causas de la guerra, las listas negras y el genocidio.

Regresé por el camino al lugar donde se encuentra el improvisado monumento de piedras sueltas y desvencijada madera. Traté de sentir nuevamente el aire que debió respirarse en aquellos días de febrero de 1937, cuando los hombres intentaban construir un muro con sus cuerpos, mientras cantaban La Internacional, y morían a miles por defender esos principios que parece que hemos olvidado. Imaginaba a Kit Conway, lleno de sudor y polvo, dirigiendo a los camaradas de la compañía irlandesa, animándoles y muriendo en el fragor de la lucha. ¡Cuánto heroísmo olvidado esconde esta colina! ¡Cuanto heroísmo intenta el enemigo esconder bajo la basura!

José Mª Pedreño
18 de agosto de 2003