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Guardias civiles ayudan a localizar desaparecidos de la guerra civil
León - marzo 2003


La Guardia Civil buscó por primera vez a un desaparecido de la Guerra Civil

La investigación del represaliado, pionera en España, llevó a los agentes hasta una tumba sin placa en Regueras HERIDAS SIN CICATRIZAR

En un hecho sin precedentes en la reciente historia española, la Guardia Civil ubicada en León ha colaborado en la búsqueda de un desaparecido en la Guerra Civil. Un particular solicitó el pasado 14 de noviembre a la dirección general que le ayudara a conocer el paradero de su padre, al que vio por última vez hace 67 años. La investigación recayó en la unidad de Policía Judicial de la Zona, que, tirando del hilo, descubrió que la víctima había recibido un tiro a bocajarro en las inmediaciones de Regueras de Arriba en 1936. Los vecinos de la época tuvieron la gallardía de enfrentarse a las autoridades y enterrar el cadáver en el cementerio, eso sí sin placa.

Pilar Infiesta Redacción LEÓN.

Las dificultades que han encontrado los familiares de los paseados en la Guerra Civil para localizar y recuperar los cadáveres de sus hijos, sus padres o sus abuelos podrían disiparse si la Guardia Civil recibiera la autorización de colaborar en esas búsquedas.

De momento, el instituto armado ya ha dado un paso sin precedentes para auxiliar a un leonés, César Ruano, que deseaba encontrar el paradero de su padre, al que vio por última vez con nueve años a finales de 1936. Este hombre decidió ponerse en contacto con la dirección general de la Guardia Civil, en Madrid, el 14 de noviembre del 2002. En su carta confesaba que siempre había querido conocer el destino de su padre, Martín Ruano Merino, y que consideraba que había llegado el momento de hacerlo y acallar su conciencia de hijo antes de terminar sus días.

Sus palabras eran tan desgarradoras después de 67 años luchando contra la ausencia del padre, que César Ruano reconocía en la misiva que su objetivo era saber dónde estaba su progenitor para darle un último homenaje «llevando a su tumba unas flores, pero principalmente una oración, acompañado de mi esposa y mis hijos».

Paradójicamente, la dirección general de la Guardia Civil dio sus bendiciones para resolver el caso y, como se trataba de un leonés, encargó la investigación a la unidad de Policía Judicial de la 12 Zona. Los agentes partían de muy pocos datos, el nombre del desaparecido y los recuerdos de su hijo, que tenía en aquella época tan sólo 9 años.

En la memoria de César Ruano se agolpaban imágenes de una tarde de noviembre de 1936. Estaba en casa de sus abuelos en la localidad de Villabraz cuando vio cómo sacaban de la vivienda a su padre, le llevaban a casa del jefe de Falange y le introducían después en un automóvil en dirección a Valencia de Don Juan, por un camino vecinal. Nunca volvió a tener noticias.

Las primeras indagaciones de los agentes de Policía Judicial de la 12 Zona para localizar el cadáver les condujeron a Villabraz, a ojear los periódicos de la época y los registros de defunciones de los ayuntamientos cercanos y de las parroquias, según confirman fuentes municipales que colaboraron con la Guardia Civil.

Las indicaciones de los vecinos también llevaron a los agentes hasta el pueblo cercano de Regueras de Arriba, donde algunos todavía se acordaban de un hombre asesinado en el paraje de los Valles al comienzo de la Guerra Civil, al que las autoridades no dejaban enterrar. Sin embargo, entre varios hombres del pueblo recogieron el cadáver de Ruano y lo enterraron en el cementerio local, junto a la Iglesia. La tumba carecía de placa. La secretaria del Ayuntamiento de Regueras comprobó, según explicó a este periódico, que en el libro de defunciones figuraba en fechas aproximadas a la desaparición de Martín Ruano un fallecido con un disparo y cuyo cuerpo había sido rociado con gasolina y quemado.

Con todas las evidencias que reunieron los guardias civiles llegaron a la conclusión de que la persona que buscaban era el anónimo enterrado en Regueras, una de las primeras víctimas de la Guerra Civil que comenzó el 18 de julio de 1936. Su hijo ya puede llorarle.